Me plantean a
menudo preguntas de este género. La naturaleza nos ha creado para disipar la
energía. El principio de producción máxima de entropía (MEP) implica que, por
unidad de tiempo, disipamos el máximo de energía posible. Entonces, ¿por qué
tenemos tendencia a ser perezosos?
La respuesta
es que estamos sometidos a limitaciones: nuestras fuerzas son limitadas. La
única forma que tenemos para disipar el máximo de energía es de hacerlo lo más
eficazmente posible con el fin de ganar tiempo.
Tomaré un
ejemplo concreto. Un paseante bordea un río. Ve a una persona un poco más lejos
que se está ahogando. Hay que ir a socorrerla. Primero correrá hasta el río y
después nadará hacia el ahogado. ¿Va a ir en línea recta? Corremos más deprisa
en tierra que nadando en el agua. Tenemos pues interés en permanecer más tiempo
en la ribera que en el agua. La trayectoria óptima no es la línea recta, sino
una línea quebrada compuesta de dos segmentos de rectas una sobre tierra
paralela a la ribera, y la otra en el agua lo más perpendicular a ésta. Es la
trayectoria que permitirá alcanzar al ahogado lo más rápidamente posible. Es
también la que requiere el mínimo gasto de energía, esto es, la del individuo
perezoso. De este modo, seríamos perezosos para ser eficaces.
Se da la
circunstancia que el mismo problema se
plantea para la luz. Un fotón se propaga más deprisa en el aire que en el agua.
La trayectoria más rápida es esta misma línea quebrada dada por las leyes de la
refracción. De este modo la luz siempre toma el camino más rápido para ir de un
punto a otro. Los fotones, ellos también, son perezosos. Las estrellas disipan
su energía bajo forma de ondas electromagnéticas. La mayor parte de la energía
se disipa así. Vemos que las leyes del electromagnetismo están acordes con el
principio de producción máxima de entropía.
Reencontramos
el mismo fenómeno en mecánica, bajo el nombre de principio de mínima acción. El
movimiento de un cuerpo material derivado de sí mismo es en lo inmediato aquel
que minimiza su gasto (o maximiza su adquisición) de energía cinética. Las
piedras también son perezosas, caen. En el aire hay rozamientos. Maximizando la
adquisición de energía cinética, el movimiento va a maximizar la disipación de
energía debida a los rozamientos. Las leyes de la mecánica están pues, muy
acordes con el principio de producción de máxima entropía.
Vemos que
maximizar una cantidad implica, a menudo, minimizar otra. Esto se presta, a
menudo, a confusión. Así una estructura disipativa minimiza su entropía interna
para maximizar su producción externa.
Podríamos
comparar la entropía al polvo. Éste tiene a acumularse en un sitio. Una
estructura disipativa es como una ama de casa que barre el polvo de su casa
para enviarlo al exterior. El problema es que el polvo va a casa del vecino.
Eso es lo que ocurre en una sociedad competitiva. La selección natural favorece a aquel que
disipa más energía, es decir al que barre más deprisa. Acaba rápidamente por
ganar, polucionando a todos los demás, provocando un rápido aumento de las
desigualdades.
Por eso los
hombres se unen formando sociedades en el interior de las cuales cada uno
coopera para barrer juntos la entropía al exterior de la sociedad. Entonces, la
sociedad que barre más rápido supera a las otras sociedades hasta que todo el
planeta esta polucionado. Entonces ya no le queda a la sociedad más que unirse
para enviar concertadamente la entropía hacia el espacio bajo forma de
radiación infrarroja. Es a lo que se encamina poco a poco.
FRANÇOIS RODDIER
No hay comentarios:
Publicar un comentario