22 de diciembre de 2005
Se habla
mucho, hoy en día, del problema de la globalización como un fenómeno nuevo cuyo
origen se remontaría a las colonizaciones (1). Para mí, la globalización
comenzó hace cerca de 60.000 años cuando los primeros representantes de la
especie homo sapiens se fueron de África.
Esta época,
denominada paleolítico superior, se caracteriza por un importante progreso técnico en el arte de la piedra
tallada. Al convertirse la caza en más eficiente, la población humana se
extiende rápidamente provocando un agotamiento de los recursos naturales. Es
sin duda la primera crisis de la humanidad. Había que renunciar al progreso? Le
hubiese sido perfectamente posible entonces, a la humanidad, limitar su
población a algunas decenas de miles de individuos, de forma que se equilibrase
sus necesidades alimentarias a la renovación natural de la caza. El hombre no
lo hizo. Verosímilmente por las razones descritas en el artículo precedente, continuó
multiplicándose. No queda más que una salida: salir de África y afrontar lo
desconocido.
En poco menos
de 50.000 años, el hombre se expande por los 5 continentes. Podemos seguir esta
epopeya
en la web de National Geographic (2). ¿Porqué esta larga marcha en el curso de
la cual el hombre afronta climas a los cuales no está adaptado? En esta época,
se alimenta principalmente de grandes mamíferos. No habiendo tenido hasta
entonces predadores, estos animales son una presa fácil para un grupo de
hombres equipados con lanzas de puntas de sílex aceradas. Por desgracia se
reproducen lentamente. Es por lo tanto un recurso agotado rápidamente. Hay que
ir siempre más lejos. Ya sea en Australia, hace 46.000 años, o en América hace
13.000 años, la extinción de los grandes mamíferos coincide cada vez con la
llegada del hombre. Aunque esta hipótesis sea aún objeto de debate, parece cada
vez más probable que esta extinción
sea debida al hombre (3). De este modo, la tragedia del agotamiento de los
recursos naturales no cesa de repetirse.
Hace 10.000
años, la población del globo alcanzaba cerca de 10 millones de individuos. El
hombre vive todavía de la caza y de la recolección pero, como la población
sigue creciendo, los recursos naturales se agotan cada vez más. Es entonces
cuando la humanidad es sacudida por una nueva crisis siempre ligada al progreso técnico: el nacimiento de la
agricultura o revolución neolítica. Esto no se produce de un golpe, sino de
manera independiente en las diferentes regiones del globo. Primero en Oriente
Medio con el trigo, después en China con el arroz, después en América Central con
el maíz, en los Andes con la patata y en África con la batata (4). La
agricultura conduce a la cría y domesticación de los animales. La globalización de la agricultura permite al
hombre aumentar la densidad de su población por un factor de 50.
Esto no ocurre sin traumatismos. Al convertirse la tierra en propiedad privada, las desigualdades sociales se desarrollan (4). Se trastorna la transmisión del saber hacer. El aumento de la densidad de la población y la promiscuidad con los animales favorecen el nacimiento y la propagación de epidemias. El hombre debe adaptarse a un nuevo régimen alimentario. Reencontramos su traza en nuestros genes (5).
El mapa de la expansión de la agricultura tal y como la reencontramos en nuestros genes (según Luca Cavalli-Sforza)
La
agricultura conduce también a una rápida degradación del medio ambiente
vinculada a la deforestación. Vimos las
consecuencias en Polinesia (Mangareva e isla de Pascua). En el Medio Oriente, la cuna de la agricultura, el
rey Gilgamesh (2.700 años antes de Jesucristo) "desafía al dios de los
bosques". En 1.500 años la superficie arbolada del Líbano pasa del 90 % al
7 % lo que provoca una disminución del 80 % de las precipitaciones. La
irrigación sala las tierras agotadas que ponen fin a la civilización sumeria.
Ésta deja detrás de ella el desierto que conocemos hoy (6).
¿Debíamos de
nuevo renunciar al progreso? ¿volver a los buenos tiempos del pasado de la caza
y la recolección? Adoptada por un pueblo, la agricultura no tenía más remedio
que extenderse a los pueblos vecinos. En efecto, ¿cómo limitar la expansión de
la población en una región cuando la de las regiones vecinas aumenta y se
convierte en amenazante? Problema similar al del "dilema del
prisionero" descrito en el artículo precedente. La globalización de la agricultura es pues ineludible. Parece haber
marcado nuestra memoria colectiva como el verdadero fin del paraíso terrenal.
Gracias a la
agricultura, la población del globo pasa de 10 millones de individuos al
comienzo del neolítico a mil
millones de individuos en el siglo XVIII (7), época en la cual el problema
de la sobrepoblación del planeta se plantea de nuevo. En 1798 Thomas Robert
Malthus publica su ensayo sobre "El Principio de la Población".
Contrariamente a las previsiones de Malthus, la población del planeta sigue
aumentando gracias a nuevos progresos técnicos
y a una nueva crisis: la revolución industrial. Hoy en día observamos la globalización y sus consecuencias: aumento de
las desigualdades sociales, crisis de la educación, aparición de nuevas
epidemias (SIDA), problemas relacionados con la alimentación (obesidad), rápida
degradación del medio ambiente. Todo esto nos recuerda la revolución neolítica.
¿Podemos extraer alguna enseñanza?
(4) Ver:
Jared Diamond. De l’inégalité parmi les sociétés (Gallimard, 2000).
(5) Luca
Cavalli-Sforza. Gènes, Peuples et Langues (O. Jacob, 1996)
FRANÇOIS RODDIER
Traducido por AMADEUS
de: <http://francois-roddier.fr/?p=4>
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